Víctor Sánchez - 15 de mayo de 2018
- Hora: 23.00 -Lugar: Sala Boite (Madrid) -Promotor: Live Nation / Mercury Wheels
-Público: Casi lleno
La prolífera banda británica Shame se estrenaba en la noche isidra del martes en Madrid con un aforo cómodo -3/4 de la sala Boite- y una espectacular entrega por parte de los jóvenes del sur de Londres. Bien entrados en la noche, los australianos RVG sorprendieron a los más impacientes con una potencia vocal extraída de la garganta de Romy Vager.
Apenas interpretaron un puñado de temas, pero fue muestra suficiente para descubrir la curiosa capacidad que tiene Romy de hacer interesante las cosas sencillas. Guitarras sin artificios ni efectos, líneas compositivas muy previsibles y una presencia un tanto viciada /bien valdrían como personajes de la Banda del Patio australiana/ que, paradójicamente, sedujeron a los allí presentes.
Chapó por esta banda que bien merece la gira que están llevando a cabo estos días por toda Europa y que, seguro, servirá de sarmiento firme de cara a los festivales de 2019.
Entradas las 23.00 horas llegó el turno de Shame. Era su desvirgue en Madrid y ellos tenían ganas. Tantas, como nosotros. Daba igual la edad de los presentes, todos teníamos 20 años. Porque eso es lo que Shame quiere ser: la banda con la que te dejes todo el sudor posible en la camiseta durante 50 minutos, esa clase de crossfit espídica al son de auténticos hitazos, los recogidos en su bien valorado debut 'Songs of Praise'.
Ya lo decía su frontman insistentemente, esto solo es entretenimiento, es tiempo de pasarlo bien, es tiempo de Shame, es tiempo de desmadre. Charlie Steen, heredero del perfil más salvaje de grandes artistas como el malogrado Mark E. Smith, se metió a la gente en el bolsillo desde el inicio.
Acción, reacción, repercusión en cuestión de 5 segundos. Steen presentaba canción, arrancaba el primer compás y el lío ya estaba montado. Pogos, saltos, surf sobre el público, arranques de micro y bailes al más puro estilo posesión evangélica divertían y confirmaban que estar allí era lo mejor que podías haber hecho un martes noche.
A la banda se lo puso fácil un pequeño -pero notable- grupo de jóvenes posicionado a centímetros del escenario, que experimentaron los porqués del rock. Porque lo de anoche en la sala Boite de Madrid fue una confirmación de que el rock no solo nunca muere, sino que resucita cada años con frescas propuestas como la que trae Shame a la escena internacional.
No se dejaron nada en la recámara, sacaron todo lo que han logrado hasta ahora y dieron toda su capacidad física al público gato, con el que la banda se sintió en plena sintonía durante todo el set. 'Dust On Trial', 'Concrete', One Rizla', 'Friction', 'Angie' o 'Gold Hole' ponían banda sonora a una noche en la que nadie quedó quieto.
Son palabras mayores pero, con toda probabilidad, en 10 años Shame será pasto del olvido o un indiscutible headliner mundial. Mientras esperamos, disfrutemos de ellos, que para eso se inventó el entretenimiento.
Shame estará actuando en verano en la presente edición del FIB 2018.
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